Somos conscientes del peligro que suponen las pulgas y demás parásitos para nuestra mascota pero, ¿conocemos realmente a nuestro enemigo?

Se trata de un parásito originario de los gatos, pero que lleva 100.000 años viviendo en perros. En términos evolutivos no es gran cosa, por lo que no están plenamente adaptadas a los perros y de ahí que algunos perros desarrollen alergia a la saliva de la pulga en las picaduras y se rasquen.

Debido a nuestro clima, nuestra región supone un entorno favorable para su reproducción y es muy abundante la presencia de pulgas y garrapatas. Un perro puede coger pulgas de otro perro en el parque, en sitios con escasa higiene o al pasar por lugares frecuentados por perros y gatos callejeros porque los huevos caen y se desarrollan en el suelo, pudiendo llegar a sobrevivir hasta un año en estado de pupa esperando a que las condiciones ambientales sean las ideales para pasar al estado de pulga adulta. Una pulga adulta puede poner de 30 a 50 huevos diarios.

Además de las molestias (picor, dermatitis, alergias...) que pueden causar debido a las picaduras, tanto a nuestras mascotas como a nosotros mismos, hay que tener presente que su mayor peligro reside en las enfermedades y parásitos que puede transmitir en algunos casos. Algunas de ellas potencialmente mortales, como casos extremos de anemia en animales jóvenes o tifus.

Es un parásito de color marrón oscuro y de hasta 3mm de tamaño, con tres pares de patas, el último par más preparado para el salto que puede ser de 30cm, lo que explica la facilidad de transmisión del parásito. Su sistema bucal le permite estar durante un mes chupando sangre ininterrumpidamente de un perro, aunque la pulga es escurridiza y si el perro se rasca, puede escabullirse a otro lugar y morder hasta 12 veces al día a nuestro perro. Al alimentarse, la mascota no nota la picadura porque antes depositan algo de saliva que actúa como una especie de anestesia local que insensibiliza ese punto para evitar ser detectada. Al finalizar la picadura es cuando la saliva puede producir una reacción alérgica en algunos perros y provocar que se rasquen.

Es difícil localizar pulgas en nuestro perro debido a que buscan constantemente ocultarse, pero les delatan sus deposiciones, que se asemejan a los posos de café.
Se localizan con mayor frecuencia en el lomo-dorso o el abdomen del perro, aunque en cachorros también se encuentran en cuello y cabeza. El inicio del rabo y detrás de los oídos también son zonas a tener en cuenta debido a que los perros tienen dificultades para rascárselas.

Todos estos indicios bastan para detectar cuándo nuestro perro tiene pulgas. Evitar todo esto pasa por mantener la piel de nuestro perro sana y limpia, lo que se puede conseguir con una alimentación sana y con baños periódicos con productos específicos. En caso de que ya tuviera pulgas, hay que aplicar un tratamiento desparasitador cuanto antes para evitar que las irritaciones y otras enfermedades dermatológicas se puedan convertir en crónicas.
A través de la Esuela Mónica Gómez se puede tener acceso una amplia gama de productos para tratar de evitar este problema y mantener a sus perros sanos y limpios.

Se recomienda la supervisión de un veterinario o un especialista antes de realizar un tratamiento, con el fin de garantizar el buen resultado y el bienestar de nuestro perro.
Además de la higiene del perro también es importante la de nuestro hogar, ya que las condiciones de temperatura y humedad hacen que sea un entorno acogedor para estos parásitos. Su capacidad de adaptación hace que las alfombras, las mantas, las grietas en el parquet y otros rincones puedan suponer un refugio.

Por lo que, aunque la época en que son más frecuentes sea primavera-verano, no debemos descuidar la higiene de nuestro perro y nuestro entorno en ningún momento.